estética relacional
Para el crítico de arte y curador Nicolas Bourriaud, en la década de 1980 el problema ya no era expandir los límites del arte –como en las décadas de 1960 y 1970– sino probar la resiliencia del arte en el campo social. Surgió así lo que él llamó arte relacional, que toma como horizonte teórico la esfera de las interacciones humanas y su contexto social, trayendo las interacciones con el espectador dentro de la experiencia estética que se ofrece y las herramientas que se pueden utilizar para acercar a individuos y grupos. humanos No sigue el retorno a algún estilo y, sus productores no tienen algún tipo de superioridad divina sobre el espectador, negocian relaciones abiertas que no están preestablecidas.
Antagonismo
Los filósofos políticos Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, discutidos en el texto de Bishop, fundamentan su teoría de la subjetividad siguiendo los principios del psicoanalista Jacques Lacan, que los seres humanos tienen una identidad estructural fallida y cómo la subjetividad es este proceso de (re)identificación, somos entidades necesariamente incompletas. El antagonismo, por lo tanto, no sería la contradicción o la colisión -pues estas atañen a identidades completas- sino la relación que surge entre estas entidades incompletas que se ven impedidas de su constitución por la presencia del “otro” que me impide ser totalmente yo. Cuando se juega a nivel social, el antagonismo puede verse como los límites de la capacidad de la sociedad para constituirse plenamente.
crítica
Sin embargo, lo que la historiadora del arte británica Claire Bishop critica en su texto “Antagonism and Relational Aesthetics” en relación a la estética relacional de Bourriaud es que estas obras solo se convierten en “un retrato siempre cambiante de la heterogeneidad de la vida cotidiana”. a su contexto, no cuestionan su imbricación en él. Además, las relaciones que producen las obras de arte relacionales son fundamentalmente armoniosas, porque se dirigen a una comunidad de sujetos con algo en común, forman una “microtopía”, es decir, un grupo privado que se identifica a sí mismo.
Bourriaud argumenta que los criterios que debemos usar para evaluar las obras de arte participativas y abiertas no son solo estéticos, sino políticos y éticos, debemos juzgar las "relaciones" que producen las obras de arte relacionales, sin embargo, la calidad de estas relaciones, para quién y porque se producen, nunca se cuestionan. La crítica de Bishop a la estética relacional se consolida al defender que una sociedad democrática es aquella en la que las relaciones conflictivas se mantienen y no se borran, coincidiendo así con la historiadora y crítica de arte Rosalyn Deutsche: “El conflicto, la división y la inestabilidad, entonces, no arruinan la democracia”. esfera pública; son condiciones de su existencia.

Participación conflictiva
La teoría de la democracia de Laclau y Mouffe, como antagonismo, puede verse en la obra del español Santiago Sierra.
“Las relaciones que producen sus performances e instalaciones están marcadas por sentimientos de malestar e incomodidad más que de pertenencia, ya que la obra reconoce la imposibilidad de una 'microtopía' y en cambio sostiene una tensión entre espectadores, participantes y contexto. Una parte integral de esta tensión es la introducción de colaboradores de diversos orígenes económicos, lo que a su vez sirve para desafiar la autopercepción del arte contemporáneo como un dominio que abarca otras estructuras sociales y políticas”. [1]
Durante la Bienal de Venecia de 2001, Sierra cedió su espacio expositivo a vendedores ambulantes para exhibir sus bolsos falsos en una sábana en el piso, tal como lo hacían en las calles. Este gesto generó una analogía irónica entre el arte y el comercio, pero además, estalló el sentido de identidad de un público del arte que se basa en exclusiones sociales y raciales, creando un momento de desidentificación mutua. Este malestar reveló la frágil identidad autoconstruida del mundo del arte y creó un juego de mecanismos de desidentificación –explicados en el eje “sujeto político”– tal como dice Jacques Rancière sucede en el proceso de subjetivación política que tiene lugar en espacios con un compartir político de lo sensible.
La obra de Sierra podría considerarse “relacional” para Bourriaud por su carácter abierto con relaciones fluidas y sin restricciones. Sin embargo, al demarcar ciertos límites dentro de este contexto, fue posible el antagonismo, exponiendo cómo todas nuestras interacciones están, como el espacio público, divididas por exclusiones sociales y legales. Sierra no trata de lograr una reconciliación armónica entre los dos sistemas, sino de sostener la tensión entre ellos, de evidenciarla a través de la fricción y el malestar, es decir, a través del antagonismo relacional de Laclau y Mouffe.
“Este antagonismo relacional estaría basado no en la armonía social, sino en exponer lo reprimido para sostener la apariencia de esa armonía. Esto proporcionaría una base más concreta y controvertida para repensar nuestra relación con el mundo y entre nosotros”. [1]
el espectador emancipado
Para Bishop, la idea de la emancipación del espectador ligada al acto de participación literal, teniendo así una coautoría de la obra, es una mala interpretación de fundamentos teóricos como “Obra Aberta”, de Umberto Eco y “O Espectador Emancipado ” de Jacques Rancière. , ya que hablan de cuestiones de recepción, ya que la obra puede producir un abanico ilimitado de lecturas posibles.
Clair Bishop escribe: “Considerando a los espectadores que son activos como intérpretes, Ranciere quiere decir que la política de participación debe basarse no en escenarios antiespectaculares de la comunidad o en el concepto de que la mera actividad física correspondería a la emancipación, sino en poner a funcionar la idea de que somos igualmente capaces de inventar nuestras propias traducciones. (...) Este principio no dividiría a la audiencia en activa y pasiva, capaz o incapaz, sino que nos invitaría a apropiarnos de las obras y hacer uso de ellas en formas que sus autores nunca habrían creído posibles”. [dos]
Así, todo arte, inmersivo o no, interactivo o no, requiere únicamente de un sujeto reflexivo que busque provocar la actividad de pensar y, así, poder ser una fuerza crítica que aleje nuestro pensamiento del consenso imperante.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
OBISPO, Clara. Antagonismo y Estética Relacional . CUNY Academic Works, 2004. Disponible en: https://academicworks.cuny.edu/gc_pubs/96/. Consultado en: septiembre. 2021.
OBISPO, Clara. participación Londres: Whitechapel, 2006. Traducción propia.
BOURRIAUD, Nicolás. Postproducción: cómo el arte reprograma el mundo contemporáneo . Traducción de Denise Bottmann. Sao Paulo: Martins, 2009.